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Barcas y Veleros II

  • Barcas y Veleros II
En la presentación de una de las muestras anteriores de este mismo ciclo recordamos, con cierto énfasis, que Buenos Aires nació puerto. Y con la lectura que hicimos de las obras de la colección Paideia que encarnaron aquella propuesta reafirmamos la idea de que esta circunstancia, que tanto habría de condicionar la historia política y social de nuestro país, también incidió de modo sustantivo en la evolución del arte de los argentinos.

El puerto, con la dinámica extrema de sus movimientos, y la plácida quietud de sus amarras, mostrando la diversidad de tipos humanos que lo transitan, exigiendo tanto los colores extremos que fuerzan la paleta como la amplia gama de sus tonos grises, asumió desde las manifestaciones precursoras de nuestro arte un protagonismo que no ha cesado.

A partir de aquellas primeras escenas capturadas desde las cubiertas de los navíos en arribada, cuando el puerto carecía de muelles y sólo era un vasto espacio de aguas tranquilas, un confiable estuario en los confines del Atlántico, pasando por las expresiones más cercanas en el tiempo, entre las que las pinturas de don Benito Quinquela Martín resultan arquetípicas, el puerto de Buenos Aires, sus barcas y sus veleros, sus marinos y estibadores, se han constituído en uno de los temas centrales para los artistas que desenvuelven oficios e inspiraciones en esta ciudad que reconocemos como propia.

En esta renovada edición de "Barcas y veleros" están los nombres señeros del género, desde el fundacional Eduardo De Martino, quien llegó marino a estas aguas y retornó artista a Europa, y de quien deriva esa línea directriz que se encarna en Justo Lynch y prosigue en Oscar Vaz. Igualmente fundacional, Alfredo Lázzari y los artistas de la Escuela de la Boca que lo reconocen como tal, entre los que citamos a Eduardo Induni, César Pugliese y Claudio Gorrochategui. Desde otras latitudes llegaron el anglo holandés Stephen Koek Koek, el austrohúngaro Oton Ringer y los italianos Salvador Zaino y Francesco Paolo Parisi.

El poder convocante de este tema atrajo, aunque circunstancialmente, a celebrados cultores de otros géneros, como Aquiles Badi, quien hizo de Venecia y sus canales el leit motiv de su producción, o como Raúl Soldi, quien empeñó en la figura sus mejores afanes. También está Ceferino Carnacini, que desarrolló el paisajismo hasta alturas de transhumancia visual.

Una vez más, Estudio Garrido Abogados nos propone un recorrido por obras de un arte tan nuestro como querible. Que sean estas imágenes, y todo lo que de ellas trasciende, un legado común que nos convoque a ese destino de unidad que los argentinos vislumbramos esquivo, pero sabemos ineludible.

Adrian Gualdoni Basualdo
Octubre de 2012
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Leonie Mathis
Vista de Jerusalén
Colección Paideia